"Estudié maquillaje en la escuela de Regina Kuligovski, en Buenos Aires. En Lima trabajé en varias firmas de maquillaje donde, entre otras cosas, me dediqué a capacitar personal. He hecho eso por todo el país. En Buenos Aires también aprendí cosas más específicas: caracterización, efectos especiales, maquillaje de fantasía, de época, desfiles de moda, envejecimiento con látex, heridas, teatro, etcétera", explica.
¿Por qué abrió una escuela de maquillaje?
Toda la vida había sido mi sueño. Un día, conversando con Jenny Figari, quien tiene la representación en el Perú de Kryolan, una marca alemana fabulosa que tiene desde el maquillaje más sencillo hasta bigotes o sangre, decidimos hacerlo. Promakeart comenzó con talleres pequeños, pero la demanda ha sido muy grande y ahora tenemos un salón en Cherie (avenida Santa Cruz 617, Miraflores).
¿Cómo organiza la enseñanza?
Tenemos varias opciones. Una es para quien no quiere seguir una carrera, sino aprender a arreglarse. Para eso tenemos talleres de automaquillaje. Vienen desde las chicas en el colegio hasta las que quieren arreglarse rápido en el día a día. Hay gente que no sabe ni cómo trabajar una sombra. Y no se trata de tener un montón de productos sino de usar lo necesario. Luego está la carrera, que dura 10 meses. El primer módulo es de automaquillaje, pestañas y cejas, conocimiento de productos, novias, pieles maduras y jóvenes y social –para cocteles o matrimonios–.
¿Tantas opciones hay en esto?
Uno se puede maquillar el ojo con dos colores, o tres, cuatro, hasta nueve, y con diferentes texturas. También enseñamos a maquillarse con aquapainting –para bodypainting– o con escarcha. Uno aprende a crear conceptos para pasarela o para un evento.
Es un espacio creativo, ¿no?
El otro día me llamó una amiga que hace danza. Necesitaba un maquillaje alusivo a ¡pantallas solares! Eso hacía la empresa en cuyo lanzamiento tenía que actuar. Conversamos sobre su concepto para el baile, música, colores. El maquillaje no es solo técnica sino expresión, en todo; no puedo ir donde una novia a chantarle el maquillaje que me dé la gana. Tengo que saber cómo se siente –de repente está peleada con el novio o el vestido nunca llegó y está insegura porque habrá 600 invitados– y, a partir de eso, hacemos el maquillaje. Al final, una se convierte en una asesora integral.
También hace maquillaje para teatro.
Ese es el tercer módulo: caracterización. Aprenden a maquillar al estilo de los años 20 hasta los 80, a poner calvas y bigotes, hacen envejecimiento con sombras y con látex y trabajo con vestuarios. Y el cuarto módulo es de efectos especiales: sangre, llagas, golpes, fracturas, cabezas abiertas.
¿Hay especialistas en el Perú sobre estos temas?
Sí. Ofrecemos talleres dentro de la carrera –que sale con certificación internacional de Kryolan y la de Promakeart– y, también, talleres externos especializados. Laura Quijandría es una extraordinaria caracterizadora y de las mejores efectistas del Perú, y va a dictar un taller en setiembre y octubre. Otra experta enseñará tratamiento de piel. Por ejemplo: yo hago una novia, la parte artística, pero ¿cómo hago la técnica para que esa piel no quede brillosa y no sude? Vamos a hacer también un taller dermocorrectivo, que abarca enfermedades como vitiligo y rosácea, lunares, manchas de sol, de embarazo, cicatrices, tatuajes.
Eso podría ayudar a aquella chica a la que le tatuaron decenas de estrellas en la cara...
Sí. Cuando he hecho trabajos para publicidad, me toca tapar los tatuajes de los actores, y es difícil. Hemos trabajado casos de vitiligo en piel morena, en la cara y en el pecho, y queda perfecto. Ayudamos a vivir más cómodamente a la gente sin cirugía.
¿Ha hecho maquillaje de efectos especiales?
Sí. Para un corto de fantasmas tuve que maquillar como cadáver, trabajar piel y pelo; y estaba la niñita –el alma– que había sido encerrada. Tuve que trabajarle las manos para que quedaran como si hubiera arañado las paredes. El año pasado estuve trabajando en una película de cine de EE.UU. en Cusco. Era sobre unos 'bricheros’, y había un niñito al que el papá borracho le sacaba el ancho; entonces, había que 'reventarle’ un poco la cara. Y había una señora a la que le daba soroche y vomitaba (ríe). Eso fue divertido.
Entrevista por: Benny Chueca
Entrevistada: Sol Ríos Costa
Medio: Periódico Perú 21